Siempre me han extrañado muchas cosas de la música, los 50, 70 u 80 años de predominio de la música atonal, el olvido u omisión de compositores importantes o interesantes, la falta de interés por compositoras mujeres, el brillo y pedestal de compositores que valen menos que la vitrina, el gusto de los músicos por elegir y tocar obras horribles, la cantidad de obras hoy famosas que fueron rechazadas por otros músicos y que no se interpretaron por décadas, o siglos, entre otras perlas. Siempre he atribuido estas situaciones a explicaciones más o menos complejas, y probablemente la única explicación sea más simple.
Por lo que he visto en este mundo, la omisión, la indiferencia, el gusto de los músicos de valorarse y elogiarse entre amigos, y por el hecho de que nunca hablan de música, terminé por llegar a una conclusión liberadora. Y es que a los músicos no les gusta la música. No la aman, no están enamorados de ella sino de los músicos. No es que no tengan talento, sino que no es su vocación. Si lo fuera simplemente valorarían la música independientemente de la persona, de si les cae bien, de si es su amigo, si les genera envidia, si les produce antipatía o cualquier otra razón. Pero justamente es lo contrario, el producto de la músico es el músico y no la música. Lo que la gente e incluso los músicos oyen no es música sino músicos. Beethoven no es valorado por su música, sino porque era sordo, porque tenía mal caracter, porque rompía pianos. Mozart no es valorado por su música sino porque era un prodigio, por sus viajes en carruaje, por sus cartas, por sus bromas. Chopin, por ser tuberculoso. Mahler, por ser grandilocuente. Lo que se ama es el músico, no la música. Tal vez por eso muchos músicos no son valorados (Joseph Martin Kraus, Robert Schumann, Fanny Mendelssohn), porque como personas no son productos, o porque no se han encontrado cosas que los vuelvan legendarios.
Y puede ser por esto que el gusto por la música absoluta es infrecuente. Cuando todo tiene que llevar un nombre descriptivo, cuando no hay música en abstracto, cuando todo es programático, es porque no hay una comprensión de la música. Y por eso no hay valoración de la música sino de los músicos. Y bastantes músicos se ven a sí mismos como leyendas. De allí la seguridad de que todo lo que hacen es bueno, porque ellos son lo bueno. No venden su música sino a sí mismos. Y los músicos como colectivo hablan de sí mismos y hablan de los demás, pero no de cosas. No les apasionan las cosas.
Porque aquí hay algo bastante extraño, y es que los músicos no hablan de música. No les interesa. Incluso en situaciones en que uno cree hablarían todo el día, por estar lleno de músicos, no lo hacen. Jamás un comentario sobre acordes, contrapunto, la línea del bajo, la contramelodía, la orquestación, el desarrollo temático, nada. Y es que, en el fondo, no les apasiona. No es su objeto. O los obligaron a estudiar, o tenían talento y vieron que podían vivir de eso, o los entretiene, o no les aburre, pero no es su vocación.
Por muchos años pensé que el arte más puro y el modelo de arte era la música. Pero me equivoqué, el arte más puro y el modelo del arte es el arte. Por algo se llama arte. Yo tengo afinidad con la música, pero no tengo afinidad con los músicos. Ellos no la han tenido nunca conmigo. Y eso es limitante, porque no puedes ser búlgaro si los búlgaros no te aceptan. Y por otra parte, te hace pensar si quieres discutir por comida para perro. Porque después de 100 años, en eso se ha convertido.
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