miércoles, 6 de agosto de 2014

Las vicisitudes económicas (de un compositor tonal)

Podría hablar de las vicisitudes económicas de los artistas, o de los compositores, pero en orden decreciente son más o menos conocidas, porque son parte de lo que todo músico conoce o experimenta. Pero hacer una precisión es extraño, porque se necesita, y en realidad el problema es mucho más un embrollo y un lío imposible que algo unidimensional. Los compositores, actualmente, estamos en un terreno de nadie, un lugar abandonado y en disputa por dos corrientes políticas contrapuestas, o bien, si se quiere, la economía desconoce a la música, y la política cree entenderla pero no lo hace mejor. Pues el político o el activista que quiere ocuparse de la música como arte piensa que basta con el aplauso y el reconocimiento, y está todo hecho, o más bien, piensa que el arte, así como toda obra musical, es "política", y que por tanto refleja verdades universales de lucha social, compromiso, actitud contestataria, y una serie de lugares comunes.

Todo esto puede parecer muy sorprendente, viniendo de un compositor. Se supone que nosotros tenemos que estar por los cambios, por la lucha contra el sistema. No debiésemos ser conservadores, pero sucede que todas estas son apreciaciones que no tienen nada que ver con la música. La música no es política: si alguien nos ha hecho creer eso es el sistema, la corte, que aun más que antes, controla y aprueba lo que la música debe hacer, o decir.

Música oficial podría ser el titulo de esta entrada. A menudo se dice que la música no puede transarse en el mercado, ni que se puede lucrar con ella. Todo esto deja a los compositores sin más alternativas que recurrir a la corte, para su financiamiento. Y allí, una serie de "especialistas", formados en universidades e institutos reconocidos, aprueban o desaprueban nuestro trabajo, entregan recursos (es decir, nuestro salario), y en suma, deciden que debe hacerse, y que no.

Ustedes pueden buscar largamente entre todo el profesorado musical, o artistico, y rara vez encontrarán un maestro que no adhiera a estas ideas. No es que no esté de acuerdo con ellas, sino que no creo que deban mezclarse con la música, y tampoco creo que los que las pregonan vivan pobremente o sean de medios desprotegidos. Muchas veces no es así, y muestran un poder y capacidad de decisión que no tienen nada que envidiarle al sustrato del cual provienen. El poder se disfraza de hippie para seguir ejerciendo su coerción: en ese sentido, y en lo personal, no tengo nada de conservador.

Entonces, ¿quien decide que un compositor no puede cobrar por su trabajo? ¿Quien lo decidió? En primer lugar, me gustaría preguntarles, ¿ustedes creen, de verdad, que un músico que no cobre por su concierto ayuda a la gente a ser menos pobre? ¿No sería mejor que quienes de verdad explotan a la gente, léase, empleadores, empresarios sin escrupulos, un estado que no proporciona salud ni educación gratuitas, o casi gratis, un sistema legal que no los defiende, hiciera lo que tiene que hacer?

Entonces, al final, lo que sucede es que los músicos, asi como otros artistas, tenemos que cubrir los costos o los errores que cometen otras personas. Así sucede en realidad, y lo molesto es que uno debe asumir una posición altruista que los demás no tienen. Porque ellos sí pueden seguir gastando y vendiendo sus servicios, y no se ve que cambien su postura. Lo que una persona común ahorraría si el comercio le cobrara menos, si el estado le proporcionara educación, o salud gratis, y si sus jefes le pagaran más dinero (como probablemente es más justo y más correcto), lo pueden emplear en comprar un libro o pagar una entrada a un concierto (que no son caros).

¿Se entiende ahora el por qué de la molestia de este compositor? Muchos dicen que hoy el estado puede pagarle a los artistas, lo que tal vez es cierto: pero no quiero que me paguen por hacer lo que un jurado quiere que yo haga, sino por lo quiero hacer. Nunca me he vendido en la vida, y por lo mismo quiero libertad para poder trabajar en mi arte, y que el Estado en cambio proporcione viviendas gratis, educación, salud, a quien lo necesite, porque eso sí que es indispensable, y no se puede vivir sin él. Lo mío es importante, pero no tanto, porque puede venir después. Yo sólo aspiro a hacer la vida de la gente más bella, no a salvarlos (porque no tengo ese poder).